sábado, 23 de enero de 2010

Crítica de Cine: Avatar


La espera no ha merecido la pena. Tras defraudar hace ya más de una década con el ñoño Titanic, James Cameron vuelve a decepcionar con su Avatar. La inversión de más de 250 millones de dólares y años de rodaje-montaje no ha servido para que James Cameron cumpla su sueño: fusionar la técnica 3D con una naracción épica al estilo de La guerra de las galaxias o El señor de los anillos.
La trama es fácil de seguir como ocurre siempre con el cine de Cameron. Piensa siempre en la taquilla y sus películas son entendibles tanto por un niño de siete años como por un adulto master en física nuclear.
Los humanos intentan colonizar un planeta -Pandora- en la que viven unos seres azules enormes llamados Na’vi. Los Na’vi poseen un fuerte sentimiento espiritual y de pertenencia al grupo. Esto contrasta con la codicia de los terrícolas que han agotado todas las reservas de nuestro planeta. El esquema simplón de Cameron nuevamente en funcionamiento: los buenos, muy buenos; los malos, muy malos.
La colonización debe hacerse con cautela y éxito. Por tal motivo, los humanos fabrican unos híbridos que puedan integrarse en la comunidad de los Na’vi y conocerlos mejor. Lo demás es fácil de intuir -el cine de Cameron es intuitivo en su simplicidad-. Uno de los inflitrados quedará prendado de esta raza. Aquí, se complica todo.
Algo positivo habrá que decir de esta película. Técnicamente, la película va de logro en logro, en un continuo que puede provocar admiración. En este sentido, merece ser vista. El recurso 3D está bien logrado pues no se limita al efecto por el efecto sino que se pone al servicio de la trama. Por lo demás, lo de siempre. Película simplona para pasar el rato si no se tiene un plan mejor.